Según el “Plan Nacional de Seguridad”, dado a conocer por el gobierno, la sociedad panameña se enfrenta a cuatro amenazas. Se destacan el narcotráfico, el crimen violento, la corrupción y el pandillersimo. Para efectos de análisis, los cuatro factores se pueden separar. Sin embargo, las cuatro “amenazas” son los brazos de un mismo flagelo. Los pandilleros son los brazos armados del narcotráfico, que alimenta la corrupción que sobrevive gracias al crimen violento.
Para enfrentar este flagelo el plan gubernamental propone desarrollar dos ejes de acción. Por un lado, la “acción preventiva del delito” y, por el otro, las “acciones correctivas de criminalidad”. Las acciones “preventivas” se refieren a tres aspectos: En primer lugar, la coordinación de las agencias del Estado. Segundo, el llamado “programa de barrio seguro”: Mejor iluminación, “remover” cercas y recuperar los espacios públicos. Por último, duplicar el número de policías “en la calle”. Lo terrible de este plan es que ninguna de las tres “acciones” tiene relación alguna con la prevención del crimen. El plan contra el crimen que promueve el gobierno no intenta identificar las causas del crimen en Panamá. La ciudadanía es testigo del fracaso de la lucha contra el crimen.
Por ejemplo, la corrupción existente actualmente no permite que las agencias del Estado coordinen. Más bien compiten entre sí. El ejemplo del “barrio seguro” es factible si las familias que viven en las comunidades son estables, los jefes tienen empleo y los niños están en las escuelas. El número de policías está relacionado con el número de personas peligrosas. Con el paso de cada día el agente de policía se está convirtiendo en el “enemigo” e, igualmente, el policía ve a los miembros de la comunidad como sus enemigos.
Las acciones preventivas, tal como están concebidas, no conducen a objetivo alguno. Todas están destinadas al fracaso. Se olvidan del actor principal y el escenario donde se desarrolla este drama de la vida real. Para acabar con el crimen, hay que tener jefes de familia con un empleo estable, capaces de conservar la solidez del hogar. Además, es el conjunto de familias que comparten un espacio cultural, que forma la comunidad con sus instituciones de educación y de recreación, que excluyen al crimen organizado y la corrupción.
Si las “acciones preventivas del delito” propuestas están fuera de lugar, las “acciones correctivas de la criminalidad” son un peligro abierto para la sociedad panameña. Entre las “acciones correctivas” el gobierno coloca en primer lugar la “instalación de 11 estaciones aeronavales”. Las estaciones o bases militares tienen como fin supuesto, interrumpir el flujo del tráfico de drogas entre Colombia y EEUU. Para cualquier persona con capacidad de raciocinio es obvio que estas estaciones no sirven en absoluto para detener a los narcotraficantes.
La razón de ser de las “estaciones” es para militarizar a la Policía Nacional de Panamá y someterla a una vigilancia más estricta por parte de EEUU. La “seguridad pública” panameña está siendo cada vez más centralizada en pocas manos que responden directamente a los estamentos norteamericanos.
En segundo lugar, las “acciones correctivas” incluyen la creación de “un escudo citadino, con retenes alrededor de (las ciudades de) Panamá, Colón y (la provincia de) Chiriquí”. La idea es tan asombrosa que es probable que la quieran hacer realidad. En la edad media, las ciudades vivían amuralladas. En la conquista europea del “lejano oeste” los fuertes se construían en el medio del territorio enemigo. Ahora el Estado de Israel lo hace en los territorios ocupados de Palestina. La ciudad colonial de Panamá construyó sus murallas para separar a su población europea del “arrabal”.
“El escudo citadino” mencionado se complementaría con la creación de un “Centro de Análisis de Información”. Este gigantesco G-2, según el documento, “tendrá como objetivo centralizar y analizar la información procedente de los estamentos de seguridad, que serán utilizadas estratégicamente para la planificación operativa”. Los panameños podríamos proclamarle al mundo que somos el primer país “democrático” que se somete a sí mismo a un sistema de control policíaco total. (Israel se lo hace a Palestina, Alemania se lo hizo a sus enemigos durante la II Guerra Mundial y Pinochet lo aplicó al pueblo chileno).
¿Son estas ideas del presidente Martinelli, del director de la Policía, Gustavo Pérez, ambos productos de academias militares norteamericanas? ¿Podrían ser ideas del ministro de Seguridad, Raúl Mulino, o del ministro de la Presidencia, Demetrio Papadimtriu, ambos sin entrenamiento militar? No creemos. Los cuatro se encuentran maravillados con estas nociones de guerra, aviones y tanques, sin darse cuenta de que han convertido en su enemigo al pueblo panameño, los hijos de sus vecinos y probablemente los nietos que contraerán nupcias con sus propias nietas.
Panamá, 30 de septiembre de 2010
jueves, 30 de septiembre de 2010
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