En Panamá conocemos a Chile, en gran parte, por su cordillera, su vino y por el cobre que cruza el Canal con destino a los mercados de norte América y Europa. En la actualidad, ese metal precioso chileno se dirige más hacia las usinas chinas. La saga de los 33 mineros chilenos enterrados en un socavón durante tres meses capturó la imaginación y la solidaridad de todos los trabajadores del mundo, especialmente en Panamá. Su rescate fue recibido con alegría espontánea por todo el mundo.
Los trabajadores del mundo celebraron el heroísmo de los mineros, la voluntad de los chilenos por salvar a sus hijos atrapados y la moderna tecnología utilizada para hacer posible enorme empeño. Al mismo tiempo, sin embargo, los mineros chilenos han planteado muy claramente que lo ocurrido pudo haber sido evitado. La tragedia fue provocada por dos causas: En primer lugar, el desgreño de los empresarios quienes sólo tienen interés en extraer más minerales de la tierra sin importar el costo humano. En segundo lugar, el gobierno de ese país que nunca modernizó su legislación para elevar al más alto nivel de seguridad las condiciones de trabajo en las minas chilenas.
En reciente escrito, Francisco Herreros plantea que el mundo “ignora que el mismo día del rescate, los otros 328 trabajadores de la mina San José (en Copiapó) fueron despedidos sin indemnización por causal de quiebra”.
También desconoce “que en 2009 se registraron más de 191 mil accidentes laborales en el país, con 443 muertos. Además, en el primer trimestre de 2010, fallecieron 155 trabajadores. Los accidentes mineros dejaron 373 muertos en Chile en la última década, y 31 en 2010. Mientras el rescate alcanzaba el clímax, fallecieran víctimas de accidentes otros dos mineros, en Petorca y la Ligua”.
La situación chilena se parece a Panamá, así como Colombia, Brasil y México donde los accidentes mineros son usuales sin que los gobiernos pongan orden en el desgreño de los empresarios. Al igual que en los demás países latinoamericanos, la explotación minera favorece a inversionistas extranjeros. En el caso de Chile, el cobre es la entrada fiscal más importante. Sólo la empresa estatal CODELCO aportó en las últimas tres décadas 70 mil millones de dólares al fisco. (Guardando proporciones es el Canal de Panamá para la economía chilena).
Al mismo tiempo, el sector privado de la minería chilena que representa más de la mitad de las explotaciones sólo aportó 9 mil millones en los últimos 5 años. Pero, transfirió a sus filiales en el extranjero otros 90 mil millones de dólares en ganancias.
Según Herreros, el meollo del asunto no estriba en unos dólares más. “En materia de seguridad del trabajo en las minas, bastaría que el gobierno chileno envíe al Congreso un proyecto de ley que ratifique el Convenio 176 de la OIT, sobre Seguridad y Salud en las Minas. Pero no lo hará, ya que dicho convenio permite que los trabajadores paralicen las faenas que no consideren seguras, sin ser despedidos. Tampoco enviará proyectos que ratifiquen el Convenio 155 sobre Seguridad y Salud de los Trabajadores, la Recomendación 164 y el Convenio 187”.
Al igual que en el resto de la región, esta situación de inseguridad laboral no le permite a Chile salir de su situación de subdesarrollo. La sobre explotación de sus trabajadores no les permite integrarse al mercado de consumo e impulsar un crecimiento interno del país.
Pero los trabajadores chilenos enfrentan otro reto quizás aún más difícil. El gobierno chileno aprovechando “el viento de cola” provocado por el drama de los mineros de Copiapó, anunció su intención de introducir reformas a la legislación laboral. Según Herreros, el presidente “Piñera intentará meter de contrabando la “modernización del mercado laboral” que obsesiona desde hace años a la derecha y el empresariado, con medidas tales como “la consagración legal de la flexibilidad laboral, eliminando la indemnización por años de servicio y debilitando el movimiento sindical rebajando a cinco el número mínimo de trabajadores para constituir un sindicato”.
El pueblo chileno acaba de rescatar a sus 33 mineros de una muerte segura, gracias a su fuerza y determinación. El mundo celebra. Igualmente, hay que destacar la disciplina y fe inquebrantable de los 33 mineros que no se rindieron. Sin duda, los trabajadores mineros y su historia combativa reflejan la organización del pueblo chileno. En muchas oportunidades ha levantado proyectos para sacar el país de la pobreza. Una y otra vez ha sido reprimido. Herreros concluye que lo único que puede darle esperanza a Chile “es la recomposición de un fuerte movimiento popular, con vocación de poder”.
Panamá, 28 de octubre de 2010.
sábado, 30 de octubre de 2010
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