Los resultados de las elecciones del 2 de noviembre de 2010 representan una derrota contundente del pueblo norteamericano. Más allá de las elecciones, se trataba del fracaso del presidente Barak Obama, quien fuera ungido en 2008 para dirigir el país del norte hacia un puerto seguro frente a la crisis del capitalismo y las guerras imperialistas. El Partido Demócrata del presidente Obama perdió la mayoría en la Cámara de Representantes (responsable de la política fiscal) y apenas conservó su poder en el Senado (responsable de la política exterior).
Durante los dos años en la Casa Blanca, Obama aplicó las mismas políticas que desarrolló su antecesor – George W. Bush – de 2001 al 2009. Le transfirió fondos públicos a la banca para sacarla de la bancarrota y destinó cada vez más recursos a las guerras en Asia. Con una economía nacional “enferma” que no produce de manera competitiva, Obama simplemente logró extenderle la vida unos años más a los especuladores que juegan a la quiebra del sistema capitalista.
Casi todos coinciden en que el principal factor que explica la derrota es la economía que está estancada. Lo más alarmante es la tasa de desempleo (9.6 por ciento). Estas circunstancias han dado pie a la aparición de una nueva corriente electoral derechista que logró atraer mucha atención y muchos fondos para su causa. Los sentimientos de xenofobia contra los migrantes de países latinoamericanos fueron manipulados y convertidos en un problema de “seguridad nacional”. El historiador Garry Wills agrega algo más: la reacción francamente racista contra un hombre negro en la Casa Blanca.
Según Amy Goodman, los grandes medios de comunicación fueron los principales ganadores en las elecciones de este año en EEUU. “Estas fueron las elecciones legislativas de mitad de mandato más caras en la historia: costaron casi cuatro mil millones de dólares, de los cuales tres mil millones se gastaron en publicidad. ¿Qué pasaría si el tiempo publicitario para las campañas fuera gratuito? No se oyen debates al respecto porque las corporaciones obtienen inmensas ganancias con los avisos publicitarios de las campañas políticas”.
La reacción derechista es parte del caldo de cultivo que caracteriza la sociedad norteamericana en esta coyuntura. La promesa de Obama se hizo humo y sectores amplios de la población simplemente no acudieron a las urnas. Estaban decepcionados y no creen que la solución de sus problemas está en los partidos políticos o en los discursos bien articulados de sus representantes. Incluso, muchos se inclinaron por los candidatos de la extrema derecha que postuló el Partido Republicano y su nueva vanguardia, el Tea Party.
La fracción derechista representada en el Tea Party aprovechó las políticas erráticas de Obama e introdujo un elemento de miedo y odio, a la vez, en el proceso electoral de 2010. La profesora Ruth Rosen, de la Universidad de California – Berkeley, apunta al hecho que “dentro de unas cuantas décadas la población no blanca será mayoría en EEUU. Muchos cristianos evangélicos se sienten sitiados y las mujeres, por su parte, sienten que deben proteger públicamente a sus familias de cambios tan vertiginosos y posiblemente dañinos. Sienten que burócratas, inmigrantes o minorías anónimas a las que identifican como “los otros” amenazan su pureza moral. Lo que no les despierta miedo es que las corporaciones hayan tomado al gobierno”.
Las políticas públicas norteamericanas han logrado, en gran parte, construir una sociedad con tres estamentos, con el objetivo de mantener un control social sobre las organizaciones populares. Por un lado, una masa de trabajadores que hasta hace poco era considerada afluente y estable. Esta población, en su mayoría trabajadores asalariados, provienen de migraciones europeas de fines del siglo XIX y principios del siglo pasado. Por el otro, una población calificada como negra, de ascendencia africana, que llegó a las costas norteamericanas como esclavos hace tres o cuatro siglos. Por último, la población llamada “latina” producto de migraciones masivas, especialmente mexicanas, de la última mitad del siglo XX. La aparición del Tea Party es un indicador de futuros enfrentamientos entre estos estamentos creados artificialmente por políticas públicas de la elite gobernante.
Según la apreciación optimista del economista Dean Baker, EEUU tiene que “recorrer un largo trecho para restaurar una economía que funcione para la gran mayoría, pero el primer paso es saber dónde estamos. La redistribución (de la riqueza) hacia arriba de las tres últimas décadas no tiene que ver con el mercado. Se trata de un proceso por el que el rico y el poderoso han reescrito las reglas para hacerse más ricos y más poderosos”. ¿Habrá tomado ese primer paso el presidente Obama?
Panamá, 18 de noviembre de 2010.
jueves, 18 de noviembre de 2010
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