Existe consenso en todos los sectores sociales del país, menos en el Palacio de Las Garzas, que la Ley Nº30 conocida como la “ley chorizo” debe ser revocada. La represión sanguinaria de los trabajadores en Changuinola, provincia de Bocas del Toro, los arrestos ilegales, las órdenes de conducción, la prepotencia y el alarde de ignorancia por parte del gobierno que preside Ricardo Martinelli llegó a su límite. Las organizaciones sindicales, los gremios de educadores, estudiantiles y empresariales le están pidiendo al gobierno que se retracte y acepte el diálogo.
Los dirigentes de las asociaciones empresariales más grandes del país le han recomendado al gobierno que busque la fórmula para poner fin a la desestabilización que su política ha provocado. El diario La Prensa, en una nota editorial “Hoy por Hoy” publicada hace pocos días señala que “el gobierno ha estado jugando con fuego y ahora enfrenta las consecuencias. El llamado a la huelga nacional que han hecho gremios y sindicatos es la respuesta a su política de imposición antes que el diálogo, al garrote sobre el consenso”. Concluye que “en este momento lo que se impone es el diálogo… esta administración debe dar señales de sus buenas intenciones y revertir sus inexcusables errores”.
El presidente Martinelli fue obligado a reconocer que se equivocó en Changuinola. Sin plan y sin conocimiento de los antecedentes, envió a una compañía de antimotines de la Policía Nacional dirigida por elementos sin experiencia a disparar contra los trabajadores de la bananera en huelga. Después de nueve días de enfrentamientos, dos muertos, centenares de heridos, un pueblo destruido, 300 arrestos y persecución sin control, admitió que los obreros tenían razón y culpó a la Bocas Fruit Co. de abuso de autoridad.
El presidente Martinelli también tuvo que retroceder en su ofensiva contra los sindicatos del resto del país. Detuvo al dirigente de los obreros de la construcción, Jaime Caballero, y al estudiante Rolando Ortiz. Obligó al profesor Juan Jované a buscar refugio en la Universidad de Panamá. Al mismo tiempo, movilizó al Ministerio Público para girar órdenes de conducción contra 17 dirigentes sindicales, entre ellos al secretario general de SUNTRACS, Genaro López. Según el fiscal a cargo de la persecución, eran buscados porque se pronunciaron solidarios con la huelga de los trabajadores en Bocas del Toro.
La Corte Suprema de Justicia declaró que todas las órdenes emitidas por la Fiscalía eran ilegales. Entre los indagados estaban los dirigentes de gremios educativos Andrés Rodríguez (Asociación de Profesores de la República), Juan Herrera (Asociación de Educadores de Veraguas) y el dirigente de la Asociación de Maestros Independientes Auténtico. También fue objeto de una orden de conducción la ecologista Yaritza Espinoza del colectivo Voces Ecológicas. Sin embargo, las autoridades aún no liberan a Caballero y Ortiz, detenidos junto con presos comunes en el centro penitenciario La Joya.
Según el fiscal, los expedientes levantados contra los dirigentes populares descansan sobre una nueva modalidad de “agente encubierto” creada por la ley del nuevo Ministerio de Seguridad Pública. En este caso, el agente encubierto declaró en la Fiscalía que había escuchado en un encuentro que los dirigentes perseguidos “planeaban realizar acciones contra el Canal de Panamá”. Según el fiscal encargado del caso, las órdenes contra los dirigentes están “suspendidas” pero siguen vigentes.
Según informó un diario de la localidad, el agente encubierto indicó que se infiltró en una reunión (pública) celebrada a fines de junio en la Universidad de Panamá. “El informante identificó supuestamente a Juan Ramón Herrera, Orlando Ortiz y a Cristian Díaz, así como a miembros de la Asociación de Educadores Veragüenses, de la Asociación de Funcionarios del Seguro Social y del SUNTRACS”.
La legislación nueva sobre la cual descansa la figura del “agente encubierto” es una imitación de las leyes antiterroristas de EEUU. En Panamá la ley “antiterrorista” se está aplicando también a los obreros que declararon un paro en una obra de la ampliación del Canal de Panamá dirigida por una empresa española asociada con otra de origen italiano. Los huelguistas fueron destituidos por la empresa constructora. El consorcio extranjero, a pesar de tener registros para operar en Panamá, no se ha afiliado a la Cámara Panameña de la Construcción (CAPAC) que tiene convenios colectivos con el sindicato.
La batalla de Changuinola fue ganada por los trabajadores, a pesar de las bajas sufridas. Sin embargo, todo indica que el gobierno desestabilizado seguirá creando zozobra en el país, persiguiendo a los sindicatos, amenazando a la sociedad civil y golpeando a las organizaciones populares.
Panamá, 15 de julio de 2010.
lunes, 19 de julio de 2010
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