En Panamá los Carnavales que culminaron recién se celebraron durante más de 100 horas seguidas. Desde el viernes en la noche hasta el miércoles de ceniza en la madrugada. Los carnavales nacen como una fiesta de las comunidades católicas en preparación de la cuaresma convocada por la Iglesia. Hay registros históricos de estas fiestas que se remontan al Medioevo europeo. Es una tradición que fue trasladada a América por inmigrantes de la península ibérica y otros países del viejo mundo.
En el caso de la ciudad de Panamá, lo que conocemos hoy como Carnavales es el producto de la iniciativa de algunas familias que adoptaron la costumbre a principios del siglo XX. La convirtieron en una fiesta popular con el apoyo de algunas empresas interesadas (por ejemplo, las cervecerías y las licoreras locales). Todas las familias y barrios participaban de la fiesta hasta mediados del siglo pasado. A partir de la década de 1960, los Carnavales perdieron su ímpetu original y, desde entonces, son sostenidas económicamente por los gobiernos de turno para beneficio de algunas empresas. En el interior, sobre todo en Azuero, es otra historia.
Los carnavales se han convertido en una fiesta “nacional”que involucra a todos los sectores sociales del país. La religiosidad prácticamente ha sido extraído de la costumbre. Los distintos grupos sociales celebran de manera distinta los carnavales. Unos pocos con recursos aprovechan para salir del país, otros se recluyen en sus club privados, mucha gente de la capital con medios se trasladan a las alegres fiestas del interior. La gran mayoría – sin muchos recursos – se quedan en la capital y asisten como espectadores a las “rumbas” que montan empresarios financiados por el gobierno.
¿Qué mantiene viva la tradición? Hay tres razones. Por un lado, la mayoría de los panameños vemos los Carnavales como una pausa para descargar tensiones acumuladas a lo largo del año. Segundo, los empresarios ven los Carnavales como una forma rápida de hacer dinero fácil. (Por ejemplo, las cervecerías facturan parte significativa de sus ventas anuales en esta fiesta). Por último, los gobiernos de turno manipulan los carnavales con fines políticos.
En la ciudad de Panamá los Carnavales ya no son una fiesta de familias y barrios organizados. En el pasado, los grupos organizados se presentaban en la avenida Central con sus carrozas y murgas. En la actualidad, es un espectáculo montado por empresarios para las multitudes consumidoras que se concentran frente a una tarima.
En el interior, especialmente Azuero, las comunidades todavía tienen un control relativo de sus Carnavales. Las juntas de Carnaval y las autoridades municipales coordinan esfuerzos para garantizar el éxito de las fiestas.
La lección que se puede sacar de los Carnavales recientes es que deben regresar a sus comunidades. En el área metropolitana de Panamá, deberían haber seis Carnavales organizados y coordinados por las comunidades locales: Casco viejo y Calidonia, San Miguelito, Juan Diáz, Tocumen-24 de Diciembre y Chilibre. Los turistas pueden ir a esos Carnavales comunitarios o asistir a las fiestas organizadas en los club, hoteles o jardines (que sería la sexta variante).
Las fiestas comunitarias tendrían que ser promovidas desde la base, al igual que en Chepo y Chilibre (por ejemplo). Habría que regular la intervención de los empresarios para evitar que se infiltren elementos sospechosos (lavados, traficantes, etc.)
Panamá, 18 de febrero de 2010.
miércoles, 17 de febrero de 2010
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