El presidente Ricardo Martinelli no tiene un plan de desarrollo nacional, tampoco cuenta con un equipo que le pueda orientar en materia geopolítica. A pesar de estas limitaciones importantes, el actual mandatario panameño tiene una agenda muy clara en cuanto a las tareas que debe cumplir en los cinco años de su período presidencial.
La primera tarea, como diría el general Omar Torrijos, es no caerse del poder. Para lograr ese objetivo tiene que definir quienes son sus amigos y quienes son sus enemigos. En este juego político, también tiene que desarrollar una táctica que le permita neutralizar a los indecisos.
No hay que olvidarse que Martinelli no gobierna a nombre de su persona. Aunque quisiera hacerlo, responde a un conjunto de intereses de una facción de la clase que domina el país económica y políticamente. De hecho, su partido está formado por un núcleo de intereses comerciales, asociados a otros sectores económicos mediante una compleja red de relaciones. En este sentido, Martinelli es un próspero comerciante, con intereses agropecuarios y agroindustriales y vinculado al sector bancario.
Políticamente, su popularidad electoral (triunfó con el 60 por ciento de los votos en mayo de 2009) no se traslada al mundo de los partidos políticos. Su Partido Cambio Democrático (CD) no tiene mucho arrastre, no cuenta con el 20 por ciento de los diputados en la Asamblea y en el Consejo de Gabinete está en minoría frente al Partido Panameñista y a los empleados de las empresas de Martinelli.
En estas circunstancias, Martinelli se subordina a la guía de EEUU. Fue la embajada norteamericana que le sirvió de trampolín para llegar a la Presidencia y Washington sigue siendo su carta principal para sobrevivir. Este tema merece más atención para entender la política exterior de EEUU y los triunfos recientes de la derecha en la región.
El Partido Panameñista, su aliado más importante, no consolida la candidatura del actual vicepresidente de la República, Juan C. Varela, para las elecciones de 2014. A pesar del triunfo electoral de la Alianza para el Cambio, con la excepción de CD, los demás partidos están sumidos en una crisis de credibilidad. En la oposición, el Partido Revolucionario Democrático (PRD) está en una profunda crisis de liderazgo.
El lema de la campaña electoral de Martinelli fue simple: cambio. La táctica, condimentada con la alianza con los panameñistas, una campaña audaz y gastos millonarios, le permitió triunfar. A pesar de sus logros, Martinelli siente la necesidad de asegurar su control sobre el aparato del Estado debilitando su propia institucionalidad. A falta de recursos políticos, se ve obligado a buscar en el aparato administrativo del Estado los resortes que le permitan actuar. Esta táctica, empero, está socavando su legitimidad y popularidad entre sus aliados y puede debilitarlo en los próximos meses.
En el enfrentamiento se producirá un cambio en la correlación de fuerzas. En este caso, EEUU puede verse obligado a intervenir directamente para resguardar sus intereses (a favor o en contra de Martinelli). Las fuerzas populares, a través de sus organizaciones, pueden jugar un papel importante en esta coyuntura que se desarrolla con rapidez en Panamá.
Panamá, 11 de febrero de 2010.
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