miércoles, 31 de marzo de 2010

¿Qué está pasando en Panamá?

Con la publicidad acostumbrada, se reunieron en Panamá 200 empresarios del más alto nivel internacional para celebrar que el país se presta para toda clase de negocios, sean especulativos, sin fundamento y destinados a empobrecer aún más las arcas nacionales. La vedette del “show” de magnates fue David Rockefeller, heredero emblemático de quizás la familia más relacionada con la era de los “barones asaltantes” (Robber Barons).
En el evento denominado “Panama: It´s Happening”, el presidente Ricardo Martinelli reitero la promesa que le hizo a los jefes de Estado en las Naciones Unidas el años pasado: “Panama is open for business” (Panamá esta a sus órdenes para hacer negocios). El presidente, además, se comprometió públicamente a cambiar la legislación minera para atraer capital y explotar los recursos existentes en el país. Según un diario de la localidad, “el mandatario panameño aseguró que Corea desea invertir en la industria minera y si para ello se necesita cambiar el Código Minero... con mucho gusto cambiamos (la ley)”. Martinelli agregó que quería que “el gobierno coreano desarrolle esa mina (de cobre de cerro Colorado en la comarca Ngobe Buglé)”.
Una empresa coreana compró hace pocas semanas el 20 por ciento de Petaquilla, que explota una mina de cobre en el sector de Coclesito. Las técnicas de la empresa coreana son iguales o peores que las utilizadas por las mineras norteamericanas cuando explotan yacimientos a cielo abierto en el llamado mundo subdesarrollado.
En vez de afirmar que algo está pasando en Panamá – “It’s Happening in Panama” – los empresarios, con Rockefeller a la cabeza, debieron haberse preguntado ¿qué está pasando en Panamá? Podrían haber invitado a la ministra de Educación para que les informara sobre la crisis en ese sector. O a la ministra de Trabajo para que explicara como el gobierno ha decidido cerrarle la puerta a los trabajadores que quieren organizar sus sindicatos.
También podría haber invitado al ministro de Relaciones Exteriores para que presentara el plan de apoyo panameño a Israel para anexar la ciudad de Jerusalén. O al ministro de Economía para que les diera una charla de cómo apropiarse de 400 millones de dólares pertenecientes a los asegurados del país.
Mejor aún, los organizadores junto con el gobierno nacional, debieron haber invitado a la embajadora de EEUU en Panamá para que les analizara la creciente amenaza a la seguridad nacional que representa el crimen organizado en el país. Un alto funcionario norteamericano declaró que Panamá tiene que organizar su ejército para luchar junto con Colombia contra traficantes y terroristas. De paso Panamá debería comprarle a EEUU armas nuevas, servicios de asesoría militares y equipos de espionaje.
En un seminario sobre "El narcotráfico y la delincuencia organizada y su impacto en el sector empresarial", organizado por la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (APEDE), la Embajada de EEUU denunció que Panamá estaba en manos del crimen organizado. Comparó a las ciudades de Panamá y Nueva York. Mientras que en Panamá, la tasa de homicidos es de 35 por cada cien mil habitantes, en la “Gran Manzana” es de sólo 5.7 por cada cien mil.
Es probable que Rockefeller y los empresarios que lo acompañaron a Panamá están bien informados y no necesitan conocer los datos. El empobrecimiento sistemático de los panameños producto de estas políticas que aplauden los “barones asaltantes” debe formar parte de lo que sus estrategas militares llaman “daños colaterales”.
Panamá, 1º de abril de 2010.

viernes, 26 de marzo de 2010

Las migajas no resuelven los problemas sociales de Panamá

Me llamó la atención un artículo del abogado panameño Ebrahim Asvat sobre las protestas de los trabajadores de la construcción y la marcha de los educadores de la semana pasada. Aunque el artículo no tenía la acostumbrada coherencia de su autor, conservaba su impacto político. Si por algo se destaca el abogado demócrata cristiano es por su prosa elegante. Obviamente, no tengo afinidad alguna con sus planteamientos, cargados de elementos ideológicos procedentes de la Falange de la primera mitad del siglo XX.
Sólo el último párrafo me pareció rescatable, tanto desde el punto de vista de su estilo como de su contenido político. (Estaba aparentemente citando a un caricaturista). Sobre el estilo mejor dejo los comentarios en manos de un especialista. Con relación al contenido político, es importante lo planteado por Asvat porque nos presenta la visión que tiene la clase propietaria panameña sobre la clase obrera.
En términos generales, señala que los "pobres" o trabajadores - (es lo mismo en su percepción ideológica así como en la percepción que tiene la clase propietaria en su conjunto) - deben abandonar sus objetivos de una sociedad más justa si sus "amos" o empleadores les ofrecen ofrendas, espejitos y algunas monedas a cambio de su "lealtad". En términos más concretos plantea que SUNTRACS, el sindicato que aglutina a los trabajadores de la construcción, debe abandonar su militancia social y protestas callejeras (actividad reservada para otras clases sociales que se movilizan a través de sus ONG o en Cruzadas Civilistas).
Tomando inspiración en un caricaturista local, Asvat coloca al padre de familia obrero panameño ante una disyuntiva política. Crear esta disyuntiva falsa es parte de la tradicional manipulación ideológica que realizan los sectores propietarios para confundir a los trabajadores. El padre de familia obrero, dice Asvat, debe escoger, por un lado, entre los objetivos del pueblo panameño que consisten en la rebaja del "alto costo de la vida, por la rebaja de la canasta básica familiar, contra las reformas tributarias que aumentan el ITBMS, contra la reforma curricular y por un aumento general de sueldos". Según Asvat, estos objetivos ya pasaron de moda. Son metas que corresponden a un lejano siglo XX, cuando hombres y mujeres soñaban con utopías.Por el otro lado, Asvat señala que el gobierno del presidente Ricardo Martinelli, quien ya cumple nueves meses en el poder, le encontró la solución a los problemas de la clase obrera. Presenta la alternativa en la boca de un niño que en la caricatura mencionada, publicada recientemente, le dice a su padre trabajador, "Papi, yo no quiero que te metan preso, si quieres devuelvo la mochila, los textos escolares, el bono escolar, los cuadernos y los lápices (que repartió el gobierno nacional). (También) Renuncio a la beca escolar y le digo al abuelo que no reciba el 100 para los 70".
Para Asvat y para el gobierno de Martinelli la repartición de dádivas es la solución a la pobreza y a la desigualdad en Panamá. Obviamente, la disyuntiva es falsa. Para que el niño tenga educación, el abuelo tenga un descanso merecido y el obrero sea un hombre íntegro de familia, tiene que resolver los problemas del país.
En el caso de Martinelli, la política de ensanchar las diferencias entre los ricos y los pobres en Panamá no resulta ser una sorpresa. Lo planteó en su campaña presidencial bajo la máscara del "cambio". Llama la atención que Asvat también se proclame partidario de políticas que tienden a ampliar las diferencias entre los que tienen y los que no tienen.
Con una mano el gobierno del presidente Martinelli reparte migajas y con la otra distribuye entre la clase propietaria todas las riquezas del país. Según las estadísticas del gobierno, en los últimos 20 años la concentración del poder económico ha aumentado en Panamá. El 20 por ciento de los más ricos reciben más del 70 por ciento de las riquezas del país. El uno por ciento de los más ricos, donde probablemente están Martinelli y Asvat, concentra más del 15 por ciento de la riqueza nacional.
El 20 por ciento más pobre sólo recibe el 3 por ciento de la riqueza. Estas familias más pobres - que viven en la extrema pobreza - no saben lo que es una escuela ni tienen acceso a programas como los mencionados por Asvat. Los estratos medios - trabajadores, empleados, domésticas y vendedores independientes - recibieron los implementos escolares y el programa "100 para los 70" con alegría. La "limosna" recibida, sin embargo, no justifica que personas como Asvat o el presidente Martinelli diga ahora que los trabajadores abandonen sus justas aspiraciones que consisten en tener un empleo decente, con una remuneración justa, con buenas escuelas para sus hijos y servicios de salud que atienda a su familia.
En los últimos 20 años las políticas públicas han empobrecido a la población panameña, mientras que los sectores ricos han aumentado su patrimonio. La Contraloría General de la República también ofrece cifras muy certeras sobre este proceso injusto. La falta de un plan de desarrollo para el país - el último fue aprobado en la década de 1970 - se presta para este saqueo sistemático de la familia trabajadora. La semana pasada salió a protestar la Coordinadora, que agrupa varios gremios y a la cual se sumaron otros sectores. Esta semana el CONATO anuncia otra protesta por las calles de la ciudad.
Los gobernantes tienden a reprimir las movilizaciones populares. Los enfrentamientos asimétricos entre el aparato estatal de los propietarios y los obreros, sin embargo, tienen su límite. De igual manera, el empobrecimiento de los trabajadores también llega a un nivel que no puede continuar. En este límite, especie de frontera social, la legitimidad de quienes se apoderan de todas las riquezas llega a su fin. El saqueo de los trabajadores es descubierto y denunciado, perdiendo su legitimidad. La represión su vuelve una arma de doble filo, provocando cada vez más protestas.
¿Cuál es entonces la solución? Panamá ha experimentado situaciones de crisis tanto a principios del siglo pasado (cuando llegó Porras al poder), después con el golpe de Acción Comunal (en 1931) y también en 1968 con el golpe militar. En las tres experiencias se produjeron cambios en la "correlación de fuerzas". Las políticas públicas tuvieron que cambiar y los gobernantes se vieron obligados a crear condiciones para que los sectores oprimidos tuvieran acceso a nuevas oportunidades. Los agricultores a principios del siglo XX, los profesionales (y las capas medias) en la década de 1930 y los trabajadores en la década de 1970.
Fueron momentos de crisis, de cambios, más o menos radicales, que sin necesidad de sustituir a los actores – o los grupos sociales – si modificó la correlación de fuerzas. Hay que señalar que esos cambios que Panamá experimentó no fueron escritos sobre piedra. A principios del siglo XX, después de Porras, los agricultores vinculados al mercado perdieron gran parte de sus conquistas. Igual ocurrió con las capas medias. Es el caso, también, de la clase obrera. Después de históricas jornadas de lucha en las décadas de 1950 y 1960, en 1972 se dictó el Código de Trabajo bajo el gobierno de Omar Torrijos.
El nuevo Código representó un cambio radical si se compara con la legislación que regía las relaciones de producción existentes durante la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, en las décadas siguientes se fueron perdiendo las conquistas. En 1995, durante la gestión de un gobierno del PRD, que se proclamaba torrijista, se dio la estocada final al movimiento obrero con las reformas que institucionalizaron la flexibilización laboral, la desregulación institucional y la externalización
¿Qué visión tienen las clases propietarias que gobiernan el país en la actualidad, en el siglo XXI? En cuestión de 20 años la clase propietaria, mediante políticas públicas y una legislación complaciente, acabó con el Código de Trabajo. La clase trabajadora perdió parte importante de su salario, trabaja en peores condiciones laborales y apenas le quedan los remanentes de servicios públicos estratégicos como la educación y la salud. A pesar de esta realidad, quienes han gobernado durante los últimos cuatro quinquenios creen que todavía pueden arrancarle más a los trabajadores.
Los propietarios perciben el salario como el principal factor que pueden atacar. Por un lado, se fragmenta la jornada de trabajo reduciendo el monto que recibe el trabajador. En la actualidad, la legislación pone límites a esta precarización del trabajo. Sin embargo, se buscan fórmulas para reducir aún más el salario del trabajador.
Por el otro, se eliminan conquistas en el campo de la educación (que ya no es gratuita) o en la salud (que ya no es “igual para todos”). Además, se mercantiliza la salud preventiva, la energía, el recreo, el transporte, la alimentación, la comunicación y se intenta hacer igual con las fuentes de agua y los espacios públicos.
Un aspecto que se tiende a ignorar es el costo para los trabajadores de la degradación del ambiente. La desaparición de los ríos, de los bosques, de las playas y humedales, perjudica directamente el presupuesto de la familia obrera.
El ambiente - la fauna y la flora - no es la principal víctima de la depredación del desarrollo capitalista. La que más sufre es la familia obrera. Los especuladores panameños sólo están interesados en apropiarse de las ganancias. La destrucción de la economía de la familia obrera o del ambiente le es indiferente a la clase de los propietarios.
Asvat y Martinelli están convencidos que la burbuja especulativa en que vive Panamá desde hace 5 o 10 años va a ser eterna. Creen que la ampliación del Canal y el "boom" inmobiliario seguirán regando a los especuladores con millones de dólares todos los años. Están equivocados. En física hay una ley que los panameños conocemos desde hace décadas, todo lo que sube tiene que bajar.
¿Qué planes tienen los dueños del país para enfrentar la crisis que es inevitable? No tienen plan alguno. Cuando el círculo especulativo en que se encuentra el país colapse, le pedirán a EEUU un préstamo para pagar las deudas. El problema que se plantea en estos momentos es si ese país y sus agencias financieras existirán para endeudarnos aún más. ¿Se tendrá que recurrir a China? ¿Se cumplirá el ciclo histórico Madrid, Londres, Nueva York, Pekín?
¿Pueden los trabajadores proyectar un plan para enfrentar el futuro?
Definitivamente. Pueden levantar un proyecto de Nación en el cual tendrían cabida todos los panameños. Convertir los excedentes que genera la posición geográfica del país en una palanca para industrializar el país, elevando los niveles de educación de la juventud y creando un mecanismo de acumulación de riqueza permanente.
¿Qué hacen, mientras tanto, las capas medias?
Contribuir a la realización del proyecto de Nación.
La clase propietaria
Asvat, Martinelli y la clase capitalista están cosechando sobre la base de una arena movediza que consiste en especulaciones. Es decir, están jugando a futuro, sin haber creado las bases para cosechar a mediano o largo plazos. La burbuja inmobiliaria y la ampliación del Canal son soluciones para la clase propietaria de ahora y migajas para los trabajadores. ¿Qué pasará mañana?
La crisis mundial y la clase obrera panameña
La crisis que vive el mundo a principios del siglo XXI es provocada por la tendencia que tiene la tasa de ganancia del capital invertido a disminuir. Estamos en medio de una crisis que llaman de “sobre producción” o de “sub consumo”. La crisis inmobiliaria es una muestra de la debilidad de la capacidad del capital para reproducirse. La crisis inmobiliaria es el resultado de la crisis general del desarrollo capitalista. No es a la inversa.
La economía panameña y la clase obrera
La crisis mundial – la disminución de la tasa de ganancia – ha provocado la imposición de los ajustes económicos y la llamada política neoliberal. Estos fueron diseñados para transferir los ahorros de los trabajadores a los capitalistas y empobrecer cada vez más a la familia obrera. Al mismo tiempo, el neoliberalismo tiene como objetivo reducir el tamaño de la clase obrera. Mientras que en 1970, el 18 de la PEA estaba en el sector manufacturero, en 2010 se redujo al 7 por ciento aproximadamente. En 1970, el 22 por ciento del PIB estaba en el sector industrial, en la actualidad fluctúa cerca del 8 por ciento.
La clase obrera no se ha convertido en capas medias ni en empresarios. Al contrario, la clase obrera se ha pauperizado. Se ha convertido en trabajadores precarios o informales. Quiere decir que el trabajador ya no recibe un salario para cubrir las necesidades de la familia, que pierde su identidad con la comunidad y sus instituciones (educación y salud) y que se desorganiza, desvinculándose de la organización laboral o sindical. En esta situación de informalidad y precaridad, según las estadísticas que publica el gobierno nacional, se encuentra el 50 por ciento de los trabajadores del país.
América latina y la clase obrera
La misma situación que se vive en Panamá se siente en el resto de América latina. Incluso, en países lejanos de Europa, Africa y Asia. Un comentario sobre esta situación. En los últimos 40 años el centro del sistema capitalista se concentraba en EEUU, Japón y la Unión Europea. En la actualidad, la crisis está expulsando a países como Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia del centro del sistema capitalista hacia la “periferia”. Para los obreros de esos países significa recortes de hasta el 50 por ciento de sus salarios.
Hay un elemento que es importante destacar. En muchos países de la región latinoamericana, la crisis ha ido aparejado con un incremento de sus exportaciones y un mejoramiento de su balanza comercial.
Las demandas de los sectores populares – incluyendo a los obreros - han sido, en parte, satisfechas con los excedentes generados por su comercio exterior. Para administrar estas contradicciones que genera la crisis capitalista (falta de inversiones y desempleo endémico) muchos países han recurrido a gobiernos llamados “progresistas”. En vez de promover políticas públicas de desarrollo productivo (industrial y agropecuarios) recurren a las políticas públicas de ayuda o de subsidio a los sectores que se pauperizan.
Cuando el sector del mercado mundial que dinamiza las exportaciones se reduce – en un cercano futuro - a sus proporciones normales de crecimiento (2 por ciento, en vez del 8 por ciento actual), se pone fin a los gobiernos con políticas públicas que sostienen su popularidad sobre la base de programas de ayuda o de subsidios.
La política panameña y la clase obrera
Los ingresos provenientes de actividades vinculados a la posición geográfica de Panamá le ha permitido a los gobiernos de los últimos 25 años, más o menos, redistribuir las riquezas del país a favor del sector propietario, en perjuicio relativo de los trabajadores. Algunos economistas calculan la transferencia de la Zona del Canal y de las operaciones de la vía acuática al mercado nacional en 50 mil millones de dólares. La especulación en torno a las ganancias futuras (del transporte marítimo, del sector inmobiliario, las transacciones bancarias) ha provocado un crecimiento significativo del sector “servicios”. Al mismo tiempo, el sector productivo (industria y agro) ha disminuido, tanto en términos relativos como absolutos.
¿Qué efectos habría tenido sobre el desarrollo capitalista otra política económica en Panamá, diferente a la neoliberal, que consistió en la transferencia de los ahorros de los trabajadores a los inversionistas y especuladores panameños y extranjeros?
Partiendo de los supuestos de los economistas mencionados, se podría haber invertido diez mil millones de dólares en el sector agropecuario panameño. Hoy seríamos autosuficientes en alimentos, estaríamos exportando rubros diversos del sector agropecuario y seríamos capaces de negociar con el mundo.
Se podría haber invertido otros 20 mil millones de dólares en el sector industrial. Tendríamos un sector laboral altamente calificado y productivo con remuneraciones de alto nivel.
Se han despilfarrado miles de millones de dólares. Cuando se agota la riqueza generada por la fase actual de la explotación de la posición geográfica nos estaremos lamentando. Sin embargo, todavía hay enormes posibilidades para recuperar terreno y comenzar a invertir en el desarrollo del país. Los excedentes tienen que orientarse en una dirección productiva (industria y agro) y no especulativa (servicios). El Canal de Panamá, las áreas revertidas y la posición geográfica del Istmo, en general, pueden generar aún miles de millones para impulsar el desarrollo del país.
Para neutralizar las protestas y cualquier alternativa de organización política, los gobiernos de turno han creado políticas públicas que subsidian a los sectores laborales y pauperizados del país. En el caso de los obreros, las reformas Código de Trabajo aún no han eliminado el subsidio de “educación” a las organizaciones laborales. Tampoco desapareció el programa de subsidio – “Red de oportunidades” - para los sectores más pobres de la población.
Las opciones para el padre de familia obrera
Para concluir regreso al ejemplo del padre de familia obrero que, según Asvat, debe escoger, por un lado, entre los objetivos del pueblo panameño que consisten en la rebaja del "alto costo de la vida, por la rebaja de la canasta básica familiar, contra las reformas tributarias que aumentan el ITBMS, contra la reforma curricular y por un aumento general de sueldos". O por el otro que, según Asvat, consiste en “la mochila, los textos escolares, el bono escolar, los cuadernos, los lápices y el 100 para los 70".
Está en manos de la clase obrera organizada decidir qué camino quiere seguir: Hacemos realidad el proyecto de nación panameña o seguimos recibiendo las migajas de quienes se creen dueños del país.
Panamá, 25 de marzo de 2010.

sábado, 20 de marzo de 2010

El caos planificado del “boom” inmobiliario

Recientemente un periodista extranjero que buscaba complementar un artículo que preparaba sobre el “boom” inmobiliario de la capital panameña me pidió que le explicara el fenómeno. Mientras que en EEUU, España y otros países la burbuja inmobiliaria estalló hace 18 meses o más, en Panamá conserva su fortaleza (algo golpeada pero sigue siendo atractiva para los especuladores).
Su interés también giraba en torno al Trump Ocean Club, una torre que se levanta sobre la orilla del Mar del Sur (Océano Pacífico) y que representa una enorme inversión. Sólo la mención de Trump despierta ansiedades entre muchos empresarios de todo el mundo. Es una de las figuras más populares del mundo de las finanzas despachando en lo alto de una de sus torres de Manhattan. Domina las páginas de los diarios de EEUU y tiene su propio programa de televisión. En medio de estas actividades de la farándula, la estrella especuladora encuentra tiempo para sumar a su fortuna más miles de millones.
La prensa mundial ha creado un ambiente casi religioso en torno a los proyectos neoliberales. A pesar de la crisis económica, con 15 millones de personas sin trabajo en EEUU, sin señales de recuperación, el mensaje ideológico de Wall Street y Wal Mart, todavía dominan las imágenes que construyen las personas sobre la realidad global.La burbuja inmobiliaria de Panamá es parte de este nuevo mundo que se encuentra de cabeza. La mayoría de la gente en la ciudad de Panamá es consciente del auge inmobiliario (que crece a buen ritmo desde 2005) pero desconoce su origen y no entiende su significado para la economía del país. Los especuladores y sus socios en el gobierno, se benefician con millones de dólares.La prensa local manipula los efectos del “boom” en un sentido positivo. La clase empresaria (grandes y pequeñas), y sus partidos políticos, creen que el neoliberalismo especulativo los va a beneficiar. Importantes sectores de la clase media y de los vastos sectores populares creen que el nuevo horizonte de cemento de la ciudad de Panamá nos da una mejor imagen.Sin embargo, las organizaciones populares formados por sindicatos, educadores, estudiantes, así como asociaciones profesionales y otros sectores, han denunciado la destrucción de la infraestructura de la ciudad y la falta de planificación urbana. La voz de protesta tiende a ser ahogada bajo los “cerros de billetes” que se gastan gracias a las transferencias realizadas en el marco de las políticas neoliberales El Trump Ocean Club es un buen ejemplo que ilustra la caótica situación de la ciudad de Panamá. Si se toma una foto del edificio de Trump, que se levanta frente a la bahía de Panamá, se aprecia el entorno conflictivo y las múltiples contradicciones que tienen que soportar los vecinos. El edificio se construyó en un callejón sin salida, que realiza una apretada vuelta en U. Este espacio lo comparte con otra docena de edificios de tamaño similares. El sector se unirá al “tranque” vehicular que caracteriza a la ciudad de Panamá. Todo indica que los diseñadores del espacio de Trump no quisieron romper con la lógica caótica de la urbe.La construcción de Trump refleja el desorden (¿planificado?) que caracteriza la construcción de la mayoría de los rascacielos (si no todos) que se levantan en la nueva ciudad de Panamá.
Panamá, 18 de marzo de 2010.

jueves, 11 de marzo de 2010

III El neoliberalismo ha muerto

3. La dialéctica de la dependencia
(Tercer y último articulo de la serie)
El ajuste económico neoliberal de la economía norteamericana iniciada en la década de 1980, obligó a América latina a buscar nuevas orientaciones. Durante todo el siglo XX, EEUU había sido el destino de las exportaciones de la región. Después de la segunda guerra mundial, EEUU producía el 50 por ciento de todas las riquezas (mercancías capitalistas) generadas en el mundo. En 2000 la economía de EEUU sólo representaba el 22 por ciento de la producción mundial.
Con la acelerada “desindustrialización” de EEUU había que encontrar otras soluciones. A fines de la década de 1990, la región (especialmente Sur América) comenzó a orientar su economía hacia el creciente polo de atracción asiático, cuyo núcleo es China. En menos de una década, la mayoría de los países de América del Sur amasó enormes excedentes de dólares que se convirtieron en capital político para generar nuevas relaciones sociales y políticas.
A pesar de los ajustes, los cambios y las reformas neoliberales, combinados con la especulación en torno a las múltiples burbujas (dot.com, inmobiliaria y otras), las inversiones capitalistas no generaban ganancias. El neoliberalismo no frenó la caída de la tasa de ganancia y tampoco reinició una nueva era de prosperidad capitalista. El colapso de la bolsa de valores de Nueva York en 2008, la intervención del Estado en las economías, el comportamiento imperialista de las grandes potencias y la regulación de los mercados son muestras de la "muerte" del neoliberalismo.
No quiere decir que los gobiernos de América latina y de otros países dejen de aplicar políticas neoliberales. Sin embargo, no será para frenar la tendencia de la caída de la tasa de ganancia o para resucitar el desarrollo capitalista. En el caso de que se siga aplicando políticas neoliberales sólo servirán para controlar a los trabajadores y a otros sectores insatisfechos de sus respectivas sociedades.
EEUU, Europa y Japón no pueden seguir las políticas neoliberales para rescatar el capitalismo. Estas políticas fracasaron y fueron declaradas clinicamente muertas con motivo del estallido de la bolsa de Nueva York y después en la Cumbre del G20 en abril de 2009. En esta coyuntura, a pesar de que han pasado 18 meses, los gobiernos más poderosos del planeta siguen buscando en forma desesperada otra estrategia que les permita resolver la "crisis del capitalismo". No es la primera vez que el capitalismo tiene problemas similares. A mediados del siglo XIX, los estudios de Marx señalaron, no sólo que estas crisis son inherentes al desarrollo capitalista, también apuntó a sus causas.
En el caso de América latina, la crisis de acumulación capitalista tiene, además, otra arista. Las políticas neoliberales agudizaron las relaciones de dependencia entre esta parte de la periferia (América latina) y el centro de desarrollo capitalista. La dialéctica de la dependencia, según señalaba Ruy Mauro Marini, sólo conduce a más subdesarrollo (mayores transferencias al centro). Sólo una ruptura con el centro, que permita invertir sus excedentes de manera racional, puede acelerar un desarrollo de la región.
Con la muerte del neoliberalismo y en momentos de crisis en el centro (cambios cuya dirección siguen sin esclarecerse) América latina tiene la oportunidad de generar las condiciones para un desarrollo propio. Desarrollo que no puede ser autárquico (aislado), pero que debe ser en función de sus propios intereses políticos y sociales.
Panamá, 11 de marzo de 2010.

jueves, 4 de marzo de 2010

El neoliberalismo ha muerto II

2. Triunfo pírrico del neo-liberalismo
La política de ajuste tuvo un gran éxito, iniciándose en la década de 1980 bajo la presidencia de Reagan en EEUU. Igualmente, en Gran Bretaña con la primera ministra Margaret Tatcher. La flexibilización del trabajo le permitíó a los inversionistas rebajar significativamente la masa de salarios de los trabajadores. Igualmente, los gobiernos eliminaron o redujeron toda clase de servicios sociales - desde la educación, salud, vivienda y otros – cuyos ahorros fueron transferidos al sector privado (inversión capitalista). Las regulaciones y controles fueron reducidos o suprimidos. EEUU llegó al extremo de denunciar el protocolo de Kyoto, acuerdo destinado a reducir el calentamiento climático, entre otros, que tendrá efectos desastrosos sobre la humanidad a corto plazo.
En América latina y en el resto del mundo la política "neoliberal" también tuvo resonantes éxitos. Pinochet, en la década de 1980, se convirtió en Chile en el modelo a seguir en el reajuste de la economía para favorecer las inversiones capitalistas (a pesar de que lo realizó a sangre y fuego). Le siguieron gobernantes como Menem (Argentina), Fujimori (Perú), Salinas (México) y Pérez Balladares (Panamá), entre tantos otros, en la década de 1990. Las políticas empobrecieron más a los trabajadores de la región y enriquecieron a los capitalistas.
Hay que destacar tres elementos en este análisis. En primer lugar, el neoliberalismo no tenía el objetivo de crear nuevas riquezas. Más bien, la política consistía en transferir al capitalista el valor de la fuerza de trabajo no pagado. A la vez, se "privatizaron" todos los ahorros populares y se mercantilizaron todos los bienes sociales (incluyendo las fuentes de agua). En segundo lugar, se creó un nuevo flujo de excedentes hacia el centro de la economía capitalista (EEUU) mediante la "dolarización" de las inversiones.
El tercer elemento es muy importante y promete tener efectos a más largo plazo. En la década de 1970, EEUU comenzó a buscar mercados de fuerza de trabajo más económicos (baratos) que lo que ofrecía su propio mercado. Esta modalidad sería bautizado con el nombre de “externalización” de los empleos. Creó lo que hoy se llama en EEUU la “cinta oxidada” (rust belt) formada miles de industrias cerradas.
En América latina los países se peleaban las plantas manufactureras que EEUU exportaba enteras a lo largo de dos décadas. El mercado más favorecido fue México – que montó ensambladoras, maquilas y otras industrias - probablemente por su proximidad a EEUU.
En la década de 1990, EEUU descubrió el mercado de trabajo más barato del mundo, la República Popular de China. En menos de una década China se convirtió en el país que alojaba la proporción más grande de inversión directa (en gran parte de EEUU) del mundo. La rápida industrialización de China se realizó gracias a la política de externalización del empleo y la demanda de los consumidores de EEUU, mantenida a punta de un mecanismo de endeudamiento. Este último país se endeudaba paulatinamente con Pekín emitiendo bonos del Tesoro contra un pago en el futuro. China se convirtió en la "fábrica" del mundo sobre la base de la deuda de EEUU. Se calcula que a mediados de 2009 la deuda de EEUU para con China llegó a los 800 mil millones de dólares.
Panamá, 4 de marzo de 2010.